El aumento de la demanda de zinc y plomo a lo largo del siglo XIX atrajo a inversores extranjeros y españoles a Cantabria. Los informes del ingeniero de minas Pio Jusué y Barreda sobre la existencia de calaminas en la costa cantábrica, supusieron el encargo de múltiples estudios sobre los criaderos de la región.
El comienzo de las labores del Grupo Minero La Florida, enclavadas en la misma Sierra de Arnero que alberga la cueva El Soplao, puede asociarse a la constitución en París de la Compañía de Minas y Fundiciones de la Provincia de Santander (Compagnie des Mines et Fonderies de la Province de Santander), surgida en 1855 con el fin de explotar, entre otros, los yacimientos de Udías y Comillas.
El 11 de noviembre de 1857 la reina Isabel II le otorga la explotación de la mina de zinc "La Isidra". Se trata de un documento de especial relevancia dado que se trata de la primera referencia al coto minero.
En estos primeros compases, la actividad se centró en la explotación de las calaminas (carbonatos mixtos de zinc), para con posterioridad aprovechar los sulfuros de plomo (galena) y zinc (blenda), conforme estos iban surgiendo con la profundización de las labores. Poco después comenzarán a explotarse los criaderos con un sistema de explotación mixto: mediante galerías y a cielo abierto.
La práctica totalidad del mineral era enviada a puertos del norte de Europa debido al contrato firmado con la "Société des Mines et Fonderies de Zinc de la Vieille-Montagne" (Lieja-Angleur, Bélgica). En los primeros momentos el mineral se enviaba a Amberes (Bélgica) en porcentajes que oscilaban del 90% al 95%. Posteriormente, se exportó también a Gran Bretaña y Francia, quedándose en España solo un 3% del mineral.
De 1855 a 1860 hubo un gran desarrollo, llegando a trabajar, en 1859, 540 mineros y dando empleo a unas 60 personas más encargadas del transporte y carga del mineral.
En 1885 tuvo lugar la absorción de la Compañía de Minas y Fundiciones de la Provincia de Santander por parte de la Real Compañía Asturiana de Minas (R.C.A.M.)o Compagnie Royale Asturienne des Mines, de capital belga, tras un periodo marcado por numerosos litigios en materia de concesiones mineras y el descenso de leyes y agotamiento en algunas explotaciones de aquella. Ello supuso un nuevo periodo, marcado por la industrialización y la transformación radical de las formas de explotación gracias a las mayores inversiones.
Ya en manos de la R.C.A.M, puede considerarse una división inicial de las labores en los grupos "Primera y Otras" y "Pablo y Otras", mantenida hasta un cese de actividad de duración indeterminada, cuyo comienzo, igualmente difuso, suele fecharse en 1928. Desde el punto de vista humano, fue una época de conflictos sociales. Varias huelgas a principios del siglo XX reivindicaban aumentos de sueldo y reducciones de la jornada laboral.
Este primer cierre causó grandes dificultades a los habitantes de los municipios aledaños, que no entendían el porqué del cierre de la mina dado que se encontraba en plena producción. La consecuencia fueron los despidos masivos y la emigración.
La segunda etapa de actividad que da comienzo tras dicho cierre, en un momento impreciso tras la Guerra Civil, conllevó un importante incremento en la producción, asociado al creciente grado de mecanización y a los importantes cambios en los métodos extractivos, con la ejecución de nuevos planos inclinados interiores y de galerías destinadas al transporte y desagüe. Una prueba de la mecanización, aunque hoy en día nos pueda parecer pueril, es la sustitución de los animales de tiro de vagonetas por locomotoras o la instalación de transformadores eléctricos para el suministro de energía.
Dichas mejoras condujeron en los 20 años anteriores al cierre, que tuvo lugar en diciembre de 1978 (aunque administrativamente cierra a principios de 1979), a extracciones anuales medias de todo-uno de 75 000 toneladas, con porcentajes medios en zinc y plomo del 4,5 y 0,6% respectivamente. Fue su mejor época.
No fue el agotamiento de los criaderos, sino las dificultades financieras, la causa del cierre. Finalmente, la R.C.A.M. vendió en 1981 todos sus derechos a Asturiana de Zinc (AZSA). De nuevo los despidos y la emigración y todo lo que ello supuso para el desarrollo económico de estos valles. Los mineros más afortunados fueron reubicados en otras instalaciones que la Real Compañía poseía en la región, como las minas de blenda acaramelada de Áliva o la mina de zinc de Reocín. Asimismo, las instalaciones se abandonaron sufriendo, muchas de ellas, el deterioro propio del paso del tiempo y de las inclemencias climatológicas.
Todos estos procesos conllevaron un modelado del paisaje, pasando de uno agrario tradicional a otro de tipo industrial y que, hoy en día, supone un inigualable legado de arqueología industrial minera para Cantabria, siendo de destacar los lavaderos y hornos de calcinación de la Plaza del Monte, el castillete y pozo de Lacuerre y el despoblado de la Florida.
Desde el punto de vista espeleológico la cavidad es reconocida en 1975 gracias a los trabajos de exploración y topografía realizados por el Speleo Club Cántabro (SCC). Algunos de los elementos más singulares del Grupo Minero La Florida son los siguientes:
Es la explotación más antigua y la que otorga el nombre a la explotación minera. Se trataba de labores a cielo abierto y hoy en día pueden verse los vaciados y zanjones derivados de la actividad. Junto a ella se levantó un poblado minero, hoy despoblado, que llegó a contar con capilla-escuela, lavadero, polvorín, viviendas, cuadras, etc.
Se trata de una de las galería más antiguas, abierta entre 1908 - 1910. En la actualidad es el acceso que comunica con la cueva El Soplao para las dos modalidades de visita turística.
Con una profundidad de 167 m, se utilizó para la extracción todo-uno hasta la apertura del nivel general de transporte de Cereceo, momento a partir del cual se empleó para uso exclusivo del personal. Se conservan el transformador, el edificio de compresores o el edificio para la máquina de ascensor del pozo, así como otras construcciones auxiliares, canalizaciones de desagüe, un depósito de gravedad, chimeneas de respiración, socavones...
El uso de esta galería provisional de extracción finalizó con el empleo como coladero de la rampa interior 4ª, que permitió la salida de mineral por la galería general de transporte de Cereceo. En una zona cercana al socavón se realizaba la preparación mecánica. Para las calaminas se reducía a un estrío a mano, separando los estériles y las tierras que iban al lavadero del mineral grueso destinado a la calcinación. La blenda se trataba en un taller de flotación. De gran interés son la torreta y cabecera del cable aéreo, los lavaderos y un horno de calcinación. Otras edificaciones, en desigual estado de conservación, son las viviendas, el transformador, el edificio de compresores, etc. La Plaza del Monte llegó a ser el nexo de unión del resto de la explotación de La Florida, ya que a ella llegaban la mayoría de los minerales extraídos.
Es el punto de explotación más reciente. La apertura de esta galería de transporte de 3 250 m, destinada a la comunicación entre las instalaciones del Lavadero de Cereceo con las zonas mineralizadas de Cereceo, La Isidra y Lacuerre, permitió la supresión de la antigua línea de baldes utilizada para la conducción del todo-uno extraído hasta las instalaciones de tratamiento. Se pueden observar lavaderos con sus balsas de decantación, la propia bocamina y los restos de un cable aéreo. Otros edificios destacables con los que contó son: oficinas, hospital, casas de viviendas, depósitos varios, carboneras, economato, torreta de vigilancia, polvorín, laboratorios, talleres, garajes, etc.
Como consecuencia del traslado del lavadero de Cereceo a La Plaza de Monte surge un nuevo núcleo urbano, Caviña (también conocido como La Florida), que vino a sustituir al antiguo poblado de la Florida. Tanto la estructura de hábitat como la administrativa se reestructuraron en esta zona contando con oficinas, hospital, casas de viviendas (incluida la exclusiva para el facultativo), economatos, capilla, etc. Actualmente se encuentra habitado y en activo, aunque sin relación con las funciones intrínsecas de la actividad minera.
La cueva El Soplao va íntimamente ligada a las labores del Grupo Minero de La Florida. Como se ha comentado anteriormente, en los primeros momentos la actividad extractiva se realizaba a cielo abierto en el alto de La Florida. Entre 1908-1910 se inicia el avance subterráneo a través de la construcción del túnel de La Isidra. En este avance los mineros se encuentran con que en el interior de la sierra existe una cueva. Este primer contacto de la cavidad probablemente no fue del agrado de la compañía y de los facultativos, dado que la oquedad suponía, obviamente, una ausencia de mineral.
Sin embargo, rápidamente supieron dar uso a estas galerías naturales excavadas pacientemente por el agua durante miles de años. De tal forma, las acondicionaron para comunicar distintos frentes de explotación dispersos por la montaña, para transportar personas y mineral o para proporcionar oxígeno a las galerías mineras.
Si bien se modificaron algunas zonas de la cueva, los mineros la respetaron, así como a las formaciones, limitándose al acondicionamiento de espacios de transporte (bien para personas bien para el paso de las vagonetas cargadas con el mineral), para la instalación de algún tipo de maquinaria o a la construcción de estructuras ligadas a su actividad, como los captadores de agua que podemos ver diseminados por distintos puntos de la cavidad.
De tal forma, en un mismo medio subterráneo se aúnan, de forma natural y sin estridencias, la belleza del patrimonio geológico y la sorprendente arqueología industrial minera herencia de nuestros antepasados.